Pudo más el calor de la fe. A pesar de que los termómetros ascendieran camino de los registros más altos, se impuso la temperatura de la devoción hacia la Madre del Carmelo Coronada. Desde las 16´30 esperaban en la Cuesta los primeros cuando quedaba una hora para salir. Abanicos y agua en la mano, y la fe en el corazón.
Aplausos y vivas a la Emperatriz Cordobesa, a los costaleros ánimos y vivas en una Cuesta que empezaba con la primera bulla de devotos de la Magna Cordobesa.
En el recorrido no faltaron aplausos, vítores y petaladas. El Carmen de Salteras puso el acompañamiento perfecto para una tarde donde el Carmen abría una Jornada histórica de amor a la Virgen, Coronada por la Santísima Trinidad como Reina de Cielos y Tierras. Los aplausos la recibían en la Puerta del Puente, Don Demetrio, el Sr. Obispo, le sonreía al pasar, su mirada se emocionaba al ver a la Virgen Guapa de Córdoba.
En la Catedral presidía en lugar de honor en la portada de acceso en el Trascoro, rodeada de la belleza de ese espacio donde se une el arte califal, el gótico y el renacentista.
De regreso se hizo imán de los corazones que le aplaudían a su paso por la calle Deanes y por todo el caso histórico, en medio de la aclamación de tantos fieles procedentes de todos los rincones de España. El Carmen de Salteras sonaba en un concierto único.
Ese día, la fe movió más que las montañas para que todos se acercasen hasta la Córdoba eterna, eternamente postrada a los pies de María, la Madre del Carmen Coronada, Emperatriz Cordobesa.