P. Juan Dobado
Fernández OCD
Comisario de la
exposición
“Mandóme mucho Su Majestad lo procurase con
todas mis fuerzas, haciéndome grandes promesas de que no se dejaría de hacer el
monasterio, y que se serviría mucho en él, y que se llamase san José, y que a
la una puerta nos guardaría él y nuestra Señora la otra, y que Cristo andaría
entre nosotras, y que sería una estrella que diese de sí gran resplandor […] qué
sería del mundo si no fuese por los religiosos”.
Santa Teresa
de Jesús, Vida 32, 11.
Coincidiendo
con el V Centenario del Nacimiento de Santa Teresa de Jesús (1515-2015) en
Ávila se enmarca la celebración de esta magna exposición que se titula: CÓRDOBA:
CIUDAD CONVENTUAL. A Teresa de Jesús, una santa a contracorriente, y que
quiere aportar una palabra viva al silencio de los conventos de nuestra ciudad
de Córdoba. Se inaugura precisamente el día 15 de octubre, festividad de Santa
Teresa de Jesús. Ubicada en las naves de Almanzor de la Catedral de Córdoba, ha
sido organizada por la Gerencia de Urbanismo del Excmo. Ayuntamiento de Córdoba
para revalorizar estos espacios únicos del patrimonio histórico de la ciudad. Estudiados
y catalogados todos los conventos y monasterios
por María Illescas, el hilo conductor y la selección de las obras ha
sido preparada por el comisario, el padre Juan Dobado Fernández, carmelita
descalzo.
Ante
una sociedad colapsada por los ruidos de todo tipo, ante un momento del hombre
que quiere alzar su voz por encima de los demás, ante el individualismo que
empobrece a la persona, se alzan “como
estrellas que dan de sí gran resplandor” los conventos de Córdoba. Espacios
de silencio, de oración, de trabajo y también de solidaridad.
Pequeñas
ciudades en su entresijo de tránsitos como callejuelas que llevan a capillas,
oficinas, salas, huertas, jardines… Pero en todo dominado por el silencio, el
lenguaje de Dios. Un horario marcado por el encuentro con Dios, que marca los
tiempos y los espacios, al toque de campana. Silencio que marca también el
trabajo, “Ora et labora”, para
ganarse el pan de cada día. Trabajo hilvanado con la gracia y la delicadeza de
las manos femeninas, o en el estudio y la predicación de los mendicantes. Y sin
ella, no sería completa: la Caridad. Atendiendo a todos los que se acercan al
torno, redimiendo al hombre de tantas cadenas de este mundo que lo quiere
atrapar.
Y
después de tantos siglos, casi ochocientos años, ahí siguen los conventos en el
entramado urbano de la Córdoba de siempre y de ahora, configurando los
espacios, presidiendo las plazas, compartiendo sus jardines, abriéndose con
cautela para asomarse a su mundo interior, porque sus clausuras, su intimidad,
es parte de la razón de su existir. Ocultos al mundo, orando por los del mundo.
Y todo ello acompañado con una alegría y una sencillez de corazón que todos
experimentan cuando al entrar en el locutorio se comparten unos minutos con una
comunidad de clausura.
La riqueza de los carismas.
Al
plantearnos cómo articular una exposición que englobase a los casi cincuenta
conventos y monasterios de la ciudad de Córdoba, pensamos que sería mejor si
dejásemos hablar a los distintos carismas que nacidos en el seno de la Iglesia
han dado lugar a las diferentes órdenes religiosas. Ante las necesidades de la
Iglesia y de la sociedad de cada época han surgido para ser consuelo, alivio y
apoyo del pueblo cristiano.
Nada
más reconquistar la ciudad, el Rey Santo Fernando III, necesitará de la ayuda
de las órdenes religiosas para hacer de la ciudad una nueva Jerusalén. De tal
manera que apenas transcurridos cinco años de la reconquista ya se han asentado
las órdenes principales: los dominicos en San Pablo, los trinitarios en La
Trinidad, los mercedarios en La Merced y los agustinos en San Agustín. Poco a
poco irán llegando todas las familias religiosas con sus dos ramas, masculina y
femenina. Los siglos XVI y XVII supondrán el establecimiento definitivo de las
restantes órdenes y de todos los conventos hasta tal punto que Córdoba podrá
ser llamada con justicia la Ciudad-Convento. De su apostolado tan creativo
nacerán una de las realidades más bellas de la fe cristiana: las hermandades y
cofradías.
Córdoba
volvía a ser lo que fue antes de la invasión musulmana, una ciudad donde la
presencia de la vida eremítica en la sierra y en otros monasterios, repleta de
cenobios y monjes eremitas famosos en todo el mundo cristiano, muchos de los
cuales entregaron su vida como testimonio de su fe engrosando la lista de los
mártires de la Iglesia.
La
exposición se articula en torno a seis
secciones donde dar cabida a los cuarenta y cuatro conventos que tuvo la
ciudad, muchos de los cuales aún permanecen. La primera es la dedicada a la más
numerosa bajo el título El pobre de Asís:
la familia franciscana. Le sigue la dedicada a la familia dominica, Formación y predicación: la Orden de Santo
Domingo. La espiritualidad del
Carmelo engloba a los conventos de la Orden, algunos fundados por San Juan
de la Cruz. La cuarta sección es la dedicada a La Redención del hombre, que cuenta con el carisma de los
mercedarios, trinitarios y hospitalarios. Los
Padres de la Iglesia recoge todos los carismas nacidos de estos grandes
protagonistas de la Iglesia como San Agustín, San Jerónimo, etc. En la última, llamada
Acción-contemplación, se reúnen los
carismas aparentemente contrapuestos como cistercienses, jesuitas o filipenses.
Participan
veinticuatro instituciones, la mayoría comunidades de frailes y monjas, junto
con parroquias o instituciones herederas del rico patrimonio conventual. De la
importancia cultural de Córdoba da buena prueba la altura de las obras de arte
seleccionadas. Firmas de la imaginería como las grandes tallas de José de Mora
de la Catedral, con la sin igual Santa Teresa a la cabeza, obras de Pedro
Roldán, José Risueño o Pedro de Mena. Entre las pinturas, magníficos lienzos de
Valdés Leal, Antonio del Castillo o Palomino. Delicadas tallas medievales del
siglo XIV en alabastro, piezas de marfil o de platería del genial Damián de
Castro, a la par que se muestran incunables y cartas de Santa Teresa de la
biblioteca de los Carmelitas Descalzos.
Una
buena ocasión para descubrir que Córdoba, además de su impresionante herencia
del entorno de la Mezquita-Catedral, es mucho más, es también una ciudad que
conserva uno de los mejores conjuntos conventuales de España.