16 oct 2014

CÓRDOBA RECUERDA A SUS CONVENTOS EN EL CENTENARIO DE SANTA TERESA DE JESÚS.

P. Juan Dobado Fernández OCD

Comisario de la exposición

Mandóme mucho Su Majestad lo procurase con todas mis fuerzas, haciéndome grandes promesas de que no se dejaría de hacer el monasterio, y que se serviría mucho en él, y que se llamase san José, y que a la una puerta nos guardaría él y nuestra Señora la otra, y que Cristo andaría entre nosotras, y que sería una estrella que diese de sí gran resplandor […] qué sería del mundo si no fuese por los religiosos”.
                                                        Santa Teresa de Jesús, Vida 32, 11.
Coincidiendo con el V Centenario del Nacimiento de Santa Teresa de Jesús (1515-2015) en Ávila se enmarca la celebración de esta magna exposición que se titula: CÓRDOBA: CIUDAD CONVENTUAL. A Teresa de Jesús, una santa a contracorriente, y que quiere aportar una palabra viva al silencio de los conventos de nuestra ciudad de Córdoba. Se inaugura precisamente el día 15 de octubre, festividad de Santa Teresa de Jesús. Ubicada en las naves de Almanzor de la Catedral de Córdoba, ha sido organizada por la Gerencia de Urbanismo del Excmo. Ayuntamiento de Córdoba para revalorizar estos espacios únicos del patrimonio histórico de la ciudad. Estudiados y catalogados todos los conventos y monasterios  por María Illescas, el hilo conductor y la selección de las obras ha sido preparada por el comisario, el padre Juan Dobado Fernández, carmelita descalzo.
Ante una sociedad colapsada por los ruidos de todo tipo, ante un momento del hombre que quiere alzar su voz por encima de los demás, ante el individualismo que empobrece a la persona, se alzan “como estrellas que dan de sí gran resplandor” los conventos de Córdoba. Espacios de silencio, de oración, de trabajo y también de solidaridad.
Pequeñas ciudades en su entresijo de tránsitos como callejuelas que llevan a capillas, oficinas, salas, huertas, jardines… Pero en todo dominado por el silencio, el lenguaje de Dios. Un horario marcado por el encuentro con Dios, que marca los tiempos y los espacios, al toque de campana. Silencio que marca también el trabajo, “Ora et labora”, para ganarse el pan de cada día. Trabajo hilvanado con la gracia y la delicadeza de las manos femeninas, o en el estudio y la predicación de los mendicantes. Y sin ella, no sería completa: la Caridad. Atendiendo a todos los que se acercan al torno, redimiendo al hombre de tantas cadenas de este mundo que lo quiere atrapar.
Y después de tantos siglos, casi ochocientos años, ahí siguen los conventos en el entramado urbano de la Córdoba de siempre y de ahora, configurando los espacios, presidiendo las plazas, compartiendo sus jardines, abriéndose con cautela para asomarse a su mundo interior, porque sus clausuras, su intimidad, es parte de la razón de su existir. Ocultos al mundo, orando por los del mundo. Y todo ello acompañado con una alegría y una sencillez de corazón que todos experimentan cuando al entrar en el locutorio se comparten unos minutos con una comunidad de clausura.
La riqueza de los carismas.
Al plantearnos cómo articular una exposición que englobase a los casi cincuenta conventos y monasterios de la ciudad de Córdoba, pensamos que sería mejor si dejásemos hablar a los distintos carismas que nacidos en el seno de la Iglesia han dado lugar a las diferentes órdenes religiosas. Ante las necesidades de la Iglesia y de la sociedad de cada época han surgido para ser consuelo, alivio y apoyo del pueblo cristiano.
Nada más reconquistar la ciudad, el Rey Santo Fernando III, necesitará de la ayuda de las órdenes religiosas para hacer de la ciudad una nueva Jerusalén. De tal manera que apenas transcurridos cinco años de la reconquista ya se han asentado las órdenes principales: los dominicos en San Pablo, los trinitarios en La Trinidad, los mercedarios en La Merced y los agustinos en San Agustín. Poco a poco irán llegando todas las familias religiosas con sus dos ramas, masculina y femenina. Los siglos XVI y XVII supondrán el establecimiento definitivo de las restantes órdenes y de todos los conventos hasta tal punto que Córdoba podrá ser llamada con justicia la Ciudad-Convento. De su apostolado tan creativo nacerán una de las realidades más bellas de la fe cristiana: las hermandades y cofradías.
Córdoba volvía a ser lo que fue antes de la invasión musulmana, una ciudad donde la presencia de la vida eremítica en la sierra y en otros monasterios, repleta de cenobios y monjes eremitas famosos en todo el mundo cristiano, muchos de los cuales entregaron su vida como testimonio de su fe engrosando la lista de los mártires de la Iglesia.
La exposición se articula en torno a seis secciones donde dar cabida a los cuarenta y cuatro conventos que tuvo la ciudad, muchos de los cuales aún permanecen. La primera es la dedicada a la más numerosa bajo el título El pobre de Asís: la familia franciscana. Le sigue la dedicada a la familia dominica, Formación y predicación: la Orden de Santo Domingo. La espiritualidad del Carmelo engloba a los conventos de la Orden, algunos fundados por San Juan de la Cruz. La cuarta sección es la dedicada a La Redención del hombre, que cuenta con el carisma de los mercedarios, trinitarios y hospitalarios. Los Padres de la Iglesia recoge todos los carismas nacidos de estos grandes protagonistas de la Iglesia como San Agustín, San Jerónimo, etc. En la última, llamada Acción-contemplación, se reúnen los carismas aparentemente contrapuestos como cistercienses, jesuitas o filipenses.
Participan veinticuatro instituciones, la mayoría comunidades de frailes y monjas, junto con parroquias o instituciones herederas del rico patrimonio conventual. De la importancia cultural de Córdoba da buena prueba la altura de las obras de arte seleccionadas. Firmas de la imaginería como las grandes tallas de José de Mora de la Catedral, con la sin igual Santa Teresa a la cabeza, obras de Pedro Roldán, José Risueño o Pedro de Mena. Entre las pinturas, magníficos lienzos de Valdés Leal, Antonio del Castillo o Palomino. Delicadas tallas medievales del siglo XIV en alabastro, piezas de marfil o de platería del genial Damián de Castro, a la par que se muestran incunables y cartas de Santa Teresa de la biblioteca de los Carmelitas Descalzos.
Una buena ocasión para descubrir que Córdoba, además de su impresionante herencia del entorno de la Mezquita-Catedral, es mucho más, es también una ciudad que conserva uno de los mejores conjuntos conventuales de España.