2 sept 2012

“UNA GUARDERÍA MUY CORDOBESA”: Algunos detalles del Pregón del Socorro 2012.


In memoriam, D. Miguel Arjona.
Dile, Madre del Socorro, a los ángeles de tu templete, salidos de sus manos, que en un momentito le lleven frutas o un riquísimo merengue, que le van a encantar. Dile que le están esperando, que acaba de reunirse contigo porque así se lo enseñaba su fe mariana, que Tú eres el mejor canal para llegar al Puerto de salvación, Cristo Jesús, a quien llevas en brazos.

Dile, Reina de la Plaza, que los respiraderos y la peana de tu templete que él mismo recuperó, llevan el oro que ahora puede contemplar a tu lado en el Paraíso Celestial de tu Morada Eterna. Pregúntale, Madre, a nuestro querido Miguel Arjona, y que nos diga cómo es tu semblante, cómo eres cara a cara, cómo será tu Belleza deslumbrante. Sé que no puede venir a contárnoslo, porque allí se llega para descansar eternamente en la contemplación de la Suma Belleza del Creador y en la armonía de la Creación original, y también para interceder por los que caminamos en este valle de alegrías y de lágrimas.
Dile, Madre Socorrera, que le tendremos presente en la bondad y sencillez de su persona y en la genialidad de su creación, díselo de nuestra parte, que no le olvidamos.

Hijo.
Es una palabra preciosa, que como suena mejor es en labios de una madre, sólo ahí adquiere su plenitud. Como una madre llama a su criatura, “hijo”, es como Dios escribe así las páginas más bellas de su bondad eterna.

Y verte a ti, Madre, con tu Niño en brazos, es como más nos gustas, ¡tan Madre! Y nos gustas porque en Él nos tienes a todos.

Y nos encanta tu Niño, un Niño muy cordobés, que pertenece a esa “guardería”, entre comillas, de preciosos Niños de las imágenes marianas cordobesas antiguas, las de solera. Son el Niño de la Virgen de los Remedios, en San Lorenzo, que es el más travieso, el Niño del Rosario, en San Pablo, es el más aristocrático, el del Carmen Coronada de San Cayetano, el más chiquitín y sonriente y éste del Socorro Coronada, el que nos bendice con más tesón. Niños cordobeses de nuestras glorias, niños cordobeses, con aires de Sandoval, seguid bendiciendo a todos los pequeños de nuestras familias y, en especial, a los más necesitados y los que sufren, hoy por Ruth y José, dos ángeles de tu templete celestial.

Siglos.
En mi casa de la Cuesta es familiar tu nombre, Señora del Socorro, pues tenías capilla propia junto al Caído y la devoción de la comunidad. Y era una imagen fervorosa, cuyos priores cuidaban con veneración y mimo como una de las principales del templo carmelitano y hasta se hizo un libro barroco con su historia y devoción. Por eso recuerdo con emoción tu visita junto al Carmen en el rosario de aurora con motivo de tu jubilosa Coronación Canónica, un día inolvidable para la comunidad carmelitana y para ambas hermandades de gloria, algo que me recuerda estampas del pasado tan inusuales como muestra de ese buena relación entre las dos hermandades, como aquella salida procesional del Carmen de San Cayetano en 1924 en el templete del Socorro o cuando en la incivil guerra española, la Reina Carmelitana perdió su capa, algún año después salió con el manto del Socorro.

Casa.
Esta palabra evoca algo que nos pertenece muy de cerca, “estar en casa”, o la expresión “algo de casa”, nos habla de intimidad y familiaridad. Esta palabra es la que mejor resume, desde mi experiencia, lo que significa la ermita del Socorro. Es la casa de María, como si de un Loreto en Córdoba, Ella ha puesto su casa en medio de sus vecinos. Casi me atrevería a decir que tiene las medidas del Loreto italiano, una casa de Nazaret  en la plaza principal de Córdoba, para estar más cerca de todos.

            Una casa que tu hermandad cuida para que esté lo mejor posible, con mucho sacrificio, ¡qué no concederá la Virgen a quien cuida de su Casa! Aunque ahora sea todo dificultades, Ella tenderá su mano generosa como lo ha hecho a lo largo de tantos siglos.

            Es su Casa entre nazarena y cordobesa, nazarena porque la cuida San José desde la misma entrada, como cabeza, o rematando el retablo mayor o en el Crucificado de Ánimas, velando para que la estirpe de David sea desde donde nazca el Salvador. No fue José una figura secundaria, fue el eslabón pensado por Dios para unir los dos testamentos, y lo hizo a su Ser, y al ser de María: hombre del silencio, de pocas palabras, pero mucha ternura con María y Jesús. Y aquí, tampoco es secundario, es elegante y con porte, de rostro sereno y bondad transparente. Está muy bien junto a la puerta, para que también le pidamos, que decía santa Teresa que le pidiéramos con confianza, que Dios le escuchaba, ya que si lo tuvo sujeto en la tierra, obedeciéndole como a su padre, ¿cómo no le va a hacer caso en el cielo?

            Pero su casa se ha hecho cordobesa, porque al otro lado defiende de los peligros el Arcángel cordobés, nuestro San Rafael, que desde su presencia en Tierra Santa y su vuelta a los cielos, ha sido enviado por el Padre y se ha quedado en esta ciudad y vela por la Sagrada Familia en su casa de la Corredera. También velaba por la Señora en la calle, acompañándole en su procesión.

            Y cordobesa sigue siendo esta casa en su hermoso retablo mayor de Sánchez de Rueda, cuyo dibujo en el Museo de Bellas Artes nos muestra la elegante estampa del Socorro en aquellas centurias de nuestro mejor barroco. Hojarascas y estípites, flores y frutos para la Reina que abastece sin cesar, bajo la mirada de su celestial esposo. Y aquí tenían que estar los patronos, Acisclo y Victoria, como testimonio de la fe de Córdoba, su fe de siempre, que no es desde el siglo XIII, sino de los primeros inicios de las comunidades cristianas en los albores del cristianismo en Europa, cuando Osio era la mente más deslumbrante del pensamiento europeo. Que para ello derramaron su sangre tantos inocentes en la historia, tantas reliquias que parecen desbordarse de la urna de plata de San Pedro no son más que la página más gloriosa de la Córdoba heroica en la defensa de su fe cristiana.