P.
Juan Dobado Fernández O.C.D.
Podemos admirar en el Museo de la Santa
de Ávila una réplica del conjunto de Santa Teresa arrodillada ante Cristo atado
a la columna tal como lo concibió Gregorio Fernández (1576-1636), ya que se
encuentran ambas imágenes en la actualidad en capillas separadas, la imagen de
La Santa en su Capilla Natal y el Cristo en la primera del lado de la Epístola
del templo carmelitano.
El viajero Ponz decía de ellas: “Me agradó sobre todo una estatua de Nuestro
Señor atado a la columna, en una capilla junto al crucero, al lado de la
epístola, obra de Gregorio Fernández, de cuya mano se estima también la estatua
de Santa Teresa, en su capilla”.
Responde a un encargo muy particular de
la comunidad de Carmelitas Descalzos, que quiso representar para la
Casa Madre de la Orden un momento muy
especial de la experiencia mística de la gran Santa Fundadora del Carmelo
Descalzo. Los frailes descalzos se dirigen a Gregorio Fernández hacia el año
1632, cuando el insigne imaginero se encuentra en los últimos años de su vida,
por lo tanto, en plena madurez y con la salud debilitada, por lo que el
conjunto presenta cotas de altísima calidad en la talla del Cristo, totalmente
de su mano, obra personalísima, mientras que la Santa puede tener
participación de su taller unida a la del maestro, ya que es también de gran
maestría.
La relación de Teresa de Jesús con esta
escena es muy conocida, comenzando con el momento de su conversión en la cuaresma de 1554 ante una imagen de
Cristo muy llagado:
“Pues
ya andaba cansada mi alma y –aunque quería- no la dejaban descansar las ruines
costumbres que tenía. Acaecióme que, entrando un día en el oratorio, vi una imagen
que habían traído allí a guardar, que se había buscado para cierta fiesta que
se hacía en casa. Era de Cristo muy llagado y tan devota que, en mirándola,
toda me turbó de verle tal, porque representaba bien lo que pasó por nosotros”
(Vida 9,1).
Gregorio Fernández ha querido plasmar
este encuentro de una manera real, Teresa queda sorprendida, extasiada,
asombrada, ante el encuentro con Cristo que aparece ante ella muy llagado, deshecho, Varón de Dolores.
La imagen de Cristo es una obra maestra del barroco español, la boca
entreabierta, la mirada dirigida al Padre, la tensión de las manos, en especial
la derecha, la sangre recorriendo su cuerpo, las llagas en la espalda,…
La posición de la Santa es fiel complemento de
la escena, escena que ella recomienda meditar en la oración:
“Pues
tornando a lo que decía, de pensar a Cristo a la columna, es bueno discurrir un
rato y pensar las penas que allí tuvo, y por qué las tuvo, y quién es el que
las tuvo, y el amor con que las pasó”
(Vida 13,13).
Nos resulta más fácil comprender este conjunto
escultórico desde la experiencia cristológica de Teresa de Jesús, tan
acostumbrada a la meditación de la
Humanidad de Cristo, que nos recomienda situarnos en la
escena, como si fuésemos testigos de la flagelación de Cristo. Tampoco es
difícil trasladarnos a la
Ermita del Convento de San José de Ávila, su primera
fundación, para imaginarnos a La
Santa ante el Cristo de los Lindos Ojos, atado a la Columna , y sus largas
horas de contemplación ante aquella pintura.
Conocemos la primera vez que Gregorio trata este tema,
concretamente en el banco del retablo de la Capilla de los Vargas, en la parroquia de San
Vicente de Braojos de la Sierra
(Madrid). Es un relieve con esta misma escena de Santa Teresa ante Cristo a la Columna , que sabemos se le
encarga en 1628, pero en 1632 está policromándose, ¡que curiosa casualidad!, el
mismo año en que se contrata el grupo escultórico que nos ocupa.
Sin embargo, el tema del Cristo a la columna fue
encargado por la Orden
en más ocasiones, como la bellísima imagen de las Carmelitas Descalzas de
Calahorra o la pequeña joya de las Madres de Valladolid.
Fue Gregorio Fernández un hombre de profundas
convicciones religiosas, muy vinculado a la Orden del Carmelo. Sigue recordándose como una
tradición en la Casa
de La Santa de
Ávila que el escultor se preparó debidamente para tallar estas obras, haciendo
Ejercicios Espirituales durante una semana antes de tallar el Cristo, tal vez
leyendo las obras de La Santa. Sin
duda alguna, sólo desde la oración es capaz de tallarse una obra así, repleta
de tanta unción espiritual.
Ha sido un acierto que la comunidad haya encargado una
réplica del conjunto destinada al Museo de La Santa para que podamos ver cómo se concibió esta
escena y poder experimentar, de la mano de Teresa, lo que significa la oración
desde la Humanidad
de Cristo.
Como fruto de esta huella en el arte del Carmelo
Descalzo, el encargo que la comunidad de las Madres de San José hace a Alonso
Cano de esta soberbia, que conservan en su sencillo museo, y la pequeña talla
de Gregorio Fernández obsequiada a la comunidad de descalzas de Valladolid.