La cuesta de San Cayetano era un ir y venir de impecables y repeinados niños y niñas vestidos de comunión, preparados para acompañar al Niño por excelencia, aquel que hace pocos días recibieron por primera vez. La chiquillería se iba formando en el interior del templo, donde sobresalía la esbelta y triunfante figura del Niño Jesús de Praga, que por unas horas abandonaba el regazo de la Virgen del Carmen, la Madre del Escapulario, que desde lo alto de su camarín esperó la vuelta del gótico pasito adornado con flores de distintos colores donde su Hijo, convertido en un "pequeño emperador", recorrió las calles del barrio.
Poco antes de las siete de la tarde todo estaba dispuesto para que la alegre comitiva empezara su caminar por las calles cordobesas. Este año, por las obras en Santa Marina, el cortejo ha visto alterado su recorrido, que discurrió inéditamente bajo la torre de la Malmuerta, continuando por la calle Adarve, una calle que por su estrechez dio un peculiar ambiente al juvenil cortejo que acompañaba al pequeño y victorioso Rey.
Poco antes de las siete de la tarde todo estaba dispuesto para que la alegre comitiva empezara su caminar por las calles cordobesas. Este año, por las obras en Santa Marina, el cortejo ha visto alterado su recorrido, que discurrió inéditamente bajo la torre de la Malmuerta, continuando por la calle Adarve, una calle que por su estrechez dio un peculiar ambiente al juvenil cortejo que acompañaba al pequeño y victorioso Rey.
17/05/2009 FRANCISCO MELLADO Diario Córdoba.